“Existe un solo Dios, Ra y el faraón es su profeta”^[1]

Frase, muy parecida a una oración del Islam.

La salida del Sol es un proceso diario que se repite desde la noche de nuestra historia conocida y continuara más allá de nuestra corta existencia terrenal: Todos los días saldrá el Sol y mañana saldrá de nuevo y yo, en un futuro cercano, desconocido para mí, pero concreto, ya no estaré para saludarlo.

Pero, es una duda, es un instante entre la respuesta instintiva y esa espera en el tiempo, siempre en nosotros debe existir uno esperando para salir a volar. Eso pero, tiene directa relación con mi duda: no todo los días serán iguales y no todas las salidas de sol tendrán el mismo significado, y por ende el llamado a saludar al astro luminoso de ninguna manera es el mismo.

Si tenemos una sociedad politeísta^[2], en donde, las divinidades emergen como piedras en el camino. Junto a ese panteón de divinidades, de muchos colores y formas, con diferentes virtudes y propiedades. Existe y tenemos una clase sacerdotal, la cual, va creciendo en poder político y económico, dependiendo de la marcha histórica de dichas sociedades. Dicha clase sacerdotal que ejerce el o los oficios religiosos de acuerdo a un conocimiento propio de iniciados con un manto de misterios y magia^[3].

.- Usan y manejan uno o más textos, calendarios e imágenes, sólo por ellos conocido, los cuales han sido dictados y transmitido por la divinidad, a un elegido, pero, exigen que la población lo debe cumplir a cabalidad, mediante el cual se establecen las normas de convivencia; las épocas de lluvia; las crecidas de los ríos; las siembras y las cosechas.

.- Todas las acciones emprendidas por sus gobernantes, deben tener y vivir el proceso de bendición – aprobación de la dignidad suprema que vela por el tipo de acción que se emprende. Si se triunfa, gloria, honores y riquezas a los sacerdotes de dicha deidad. Si por el contrario, la suerte no los acompaña, las explicaciones llenan todos los espacios posibles para justificar lo imposible, pero, jamás, es responsabilidad de la divinidad.

Si nuestra sociedad es sana, con fronteras seguras, una economía estable, buenas cosechas y, además vivimos un periodo de paz con nuestros vecinos. Las clases sacerdotales de los distintos dioses van buscando los caminos para convertirse en dominante, y llegados los instantes, en que se comienzan a vivir roces y actos de violencia entre los distintos credos^[4].

En un instante del desarrollo de la sociedad, tenemos una clase sacerdotal, lo suficientemente poderosa en número de adherentes, bienes económicos, estructura logística, lo que la hace ser temida por las autoridades de turno del gobierno, ya que no participa directamente del aparato de gobierno, pero, va marcando el paso de cómo deben actuar y comportarse las autoridades del Estado.

En un momento de la historia de ese pueblo, uno de sus gobernantes, decide de acuerdo con una estructura político administrativa que lo respalda, producir un giro en 180 grados en términos de someter a control a dicha clase sacerdotal, para ello, debe quitarle el piso de sustento de su poder social, económico y político.

Un viejo dicho popular nos dice: el camino más largo y difícil que existe es más corto a partir del primer paso. Para iniciar este proceso de revolución y cambio, se debe actuar con un programa claro y preciso: ”El panteón de muchos dioses, se debe reducir a uno solo, el Sol, y el Faraón es el único y máximo sacerdote” .

Entonces tenemos: .- Un solo Dios, con todas las virtudes de la colección de deidades anteriores. .- Nuestro nuevo y único Dios, sale todos los días y es para todos, sin ningún tipo de distinción de sexo, social, política y económica. .- Además, el Sol, no requiere ninguna clase de intermediación, por ende, la clase sacerdotal cumple una función de servicio. .- La representación de él, es muy simple, es el sol que nos alumbra todos los días.

Conclusión

Por cierto, que la clase sacerdotal, que había perdido sus privilegios y prebendas, espero, el tiempo oportuno, para borrar de la faz de la tierra a ese único Dios, y volver a su politeísmo, que le había sido tan beneficioso. En la certeza de una esperanza y en la ilusión de compartir la palabra entre hermanos que han vivido la misma experiencia, de tomar el Sol, en esas mañanas frías que pueden mirarse a los ojos y se reconocen hijos de un mismo Padre.