Introducción
Por lo pronto, cuanto entregamos un saber, lo que estamos realizando es dar lo que poseemos[1]. Por cierto entonces que en ese proceso de enseñanza existen dos aprendices, uno el que recibe y el otro que en eso de entregar, también se retroalimenta de y en forma positiva[2]. De las leyendas, las fabulas, las parábolas y otras yerbas del camino del conocimiento.
Todos necesitamos tener una leyenda a la cual echar mano, en eso de enseñar, porque, nos permite adornar nuestro relato, darle el énfasis y guiar nuestra nave educativa hacia el puerto deseado. Siempre nos han contado que el piso mosaico de una logia, entre otras definiciones, es un recuerdo del hermoso piso del templo construido por el rey Salomón. Pero, que tenemos que ver nosotros con ese mítico lugar, del cual existe un relato en el antiguo testamento, y que además fue destruido y reconstruido en varias oportunidades. Hoy, de él solo nos queda secciones de su muro, en la actual Jerusalén[3].
A nuestra leyenda le tenemos que agregar, algo fabuloso, existió un personaje llamado Hiram Abif, el cual fue un magnifico constructor, fundidor y varias otras cualidades, y además, nos deja una poderosa enseñanza: Es capaz de dar su vida y no revelar un secreto. Por cierto, entonces que debemos aprender de su ejemplo, enseñarlo a las nuevas generaciones, para que cuando en un recodo de nuestro caminar por la cantera de la vida, o debamos cruzar el valle de las sombras, o simplemente estemos perdidos en el desierto de nuestra soledad, seamos puestos a prueba, y demostremos en los hechos, lo que recitamos en hermosas palabras que hemos aprendido en nuestros talleres[4].
Asociado a nuestro héroe, existen otros, que son el reverso de la medalla. Seres que viven en sí tres flagelos: La ignorancia; el fanatismo y la ambición.
Es ese coctel de ignorancia, fanatismo, ambición, avaricia y codicia, lo que los hace ser capaces de cometer uno de los crímenes más atroz, quitarle la vida a su hermano y maestro, por un tazón de arroz o treinta monedas de metal o la ilusión de un título bordado en oropel.
Sin lugar a duda en este relato, son tres, los cuales usando herramientas de trabajo (plomada, nivel y mazo), destinadas a crear y producir cosas bellas; las usaron para quitar vida.
“El símbolo es la coherencia de dos tipos de identidad diferente” --Rene Thom
El rey David, su hijo el rey Salomón, el Maestro Hiram Abif, el rey de no sé dónde y los miles que dieron su sangre y sudor para construir un templo, vienen a llenar una aspiración, un juramento, un deseo o lo que sea, la cual la podemos intentar definir en tres aspectos:
- Una dimensión espacio temporal, en donde, el espacio y el tiempo se hacen uno, es decir, el religare, la unión de lo humano y lo divino.
- En ese lugar, que hemos construido, con nuestro mejor esfuerzo, posee un destino: es el lugar de la divinidad, es donde se nos manifiesta, se nos hace presente y mediante la fe, creemos en su presencia.
- Tiene entre otras cosas una dimensión educativa, es el lugar en donde todos los presentes aprenden a encontrarse con la divinidad, y por ende, se reconocen como miembros de una misma esperanza, es decir, son hermanos hijos del mismo padre.
Apólogo
Podemos discutir, si los ángeles tienen plumas o cabellos, o si la leyenda del maestro Hiram Abif es verdadera o es un mito. Los argumentos en uno u otro sentido, existen y son válidos, pero, lo más importante, nos enseña que:
- Tenemos una responsabilidad en eso de enseñar.
- Debemos aprender de quienes son nuestros aprendices, ellos, tienen un conocimiento valido de muchos aspectos de la vida.
- La libertad y el ser Maestro, es por definición un proceso que construimos, en el sentido que debemos estar en forma permanente trabajando en ella, con ella y ser del todo coherentes con nuestros hermanos, que son los que esperan de nosotros la luz del conocimiento.
No se puede entregar lo que no se tiene, y si prometimos dar algo y ello, no se tiene es un engaño, simple y sencillo ↩︎
Todos tenemos algo que enseñar, y ninguno de nosotros lo sabe o lo conoce todo. ↩︎
Es una de las ciudades más importantes para el Judaísmo, para el Cristianismo y una de las tres más importantes para el Islam. ↩︎
Es una nota al margen, en “El Manuscrito Regius (1390 dC)”, no se habla ni de Hiram, ni del Templo del rey Salomòn. ↩︎